La elaboración del whisky escocés es un arte muy perfeccionado que, con el tiempo, ha pasado de ser una industria artesanal a convertirse en un proceso de precisión. Son muchos los elementos que determinan el sabor y el carácter finales de un whisky, como el tipo de grano y levadura utilizados, la forma del alambique, la barrica y el tiempo de maduración en ella. Así es como Escocia ha llegado a producir tal variedad de whiskies, desde el atrevido ahumado de los maltas de la costa oeste hasta los sabores más suaves de los whiskies de las Highlands. Todo empieza con el cereal: cebada o grano. Estos cereales tienen un alto contenido de almidón, pero para producir alcohol deben convertirse en azúcares solubles. Esto ocurre de forma natural cuando el cereal germina, por lo que se añade agua caliente y se calienta la mezcla hasta que cree que ha llegado el momento de crecer. Esto se llama malteado. Cuando está listo, el cereal se seca en un horno. A veces se añade turba en esta fase, que ayuda al proceso de secado y da al whisky final un sabor ahumado. A continuación, el cereal seco se muele en un molino y ya está listo para la siguiente fase. A continuación, se extraen todos los azúcares esenciales mezclando el cereal seco con agua caliente. Se obtiene un líquido caliente y dulce, que se separa y se enfría. Ya está listo para añadir la levadura y comenzar la fermentación. Así se crea una especie de cerveza. Ahora se trata del líquido. La cerveza se destila dos veces para aumentar el nivel de alcohol y hacer que el sabor sea más intenso. Para ello hay que hervirla en un gran recipiente de cobre llamado alambique. Cuanto más toque el líquido el lateral del alambique, mayor será el impacto en el sabor. Por último, se traslada a barricas de roble para madurar durante un mínimo de tres años. Las barricas son uno de los elementos que más influyen en el color y el sabor del whisky final. Se calcula que entre el 40 y el 70% del sabor procede del proceso de envejecimiento y de la propia barrica.
Donde los sabores suaves y aterciopelados florecen en la lengua. Johnnie Walker Blue Label es el resultado de la selección manual de raros whiskies escoceses con una notable profundidad de sabor. Sólo una de cada 10.000 barricas pasa el corte. Lo mejor es servirlo solo, acompañado de agua helada para realzar su poderoso carácter.